10 de marzo de 2012

"Carta abierta"

  

Por lo general no suelo publicar “cartas abiertas” o respuestas públicas a temas privados o desarrollados en otros sitios. Sin embargo esta vez he de hacer la excepción a esta regla, la cual ha quedado por cierto implícita en mis obras o sucesivos posts a lo largo del tiempo y que considero que ha sido erigida de buena fe.
De todas maneras esta excepción no supone un acto de mala fe sino un llamado a la caballerosidad.
Por último, aclaro que hago esta publicación porque es la única forma en que esto llegue al destinatario de la misma o a sus adictos (por motivos que se darán a conocer más adelante).

Hace ya varios días, consultando un texto posteado en el sitio que modera Marcelo González (no daré publicidad al mismo por las razones que daré luego) decidí responder a un comentarista que decía una barrabasada. No interesa particularmente sobre qué trataba el artículo en cuestión, como tampoco el comentario, que era digno de algunas líneas en el Bestiario de Borges.

Como siempre sucede, este sujeto, González, trae a colación temas generalmente propensos a generar escándalo entre los auto-denominados “tradicionalistas” (llamados popularmente “lefebvristas”, aunque pueden encontrarse entre ellos sedevacantistas, vetero-católicos, “tradicionalistas” potenciales, etc.) que pululan en su sitio. El objetivo, claro, es que se arme la batahola a raíz del tema propuesto y que gane, por insistencia, por violencia o por razón (o por las tres) el bando “tradicionalista”. Uno cuando visita o cae por aquellos pagos ya tiene una idea de lo que va a encontrar; si a uno no le gusta, pues no se mete allí, y punto. Es el mejor argumento que pueden esgrimir todos aquellos adictos a González y/o a su sitio.
En fin, esta vez no fue la excepción.

 
Todo cocinado, ahora esperando el efecto...

La respuesta que le di al sujeto de la barrabasada fue acorde a las circunstancias, respetuosa (quizás algo irónica) y muy completa. También lo fueron otras tantas dirigidas a sujetos empecinados en sostener una determinada cosa que no era cierta y a la cual, una vez corregida, ilustré con lujo de detalles.

Hay sin embargo un detalle, que es la debilidad del “Moderador” (entiéndase por González) por todos aquellos embanderados en el “tradicionalismo”, dado que publica cualquier (o casi cualquier) comentario que tenga un mínimo sentido de la coherencia –aún conteniendo graves errores de ortografía o mayúsculas amenazantes- y que de una forma u otra defenestre cualquier cosa o persona (generalmente religiosos) proveniente de sectores que no lleven el adjetivo “tradicionalista” en sus nombres. Y no hablo solamente de progresistas, que son una pequeñísima o nula minoría; no.

De una de las respuestas que di a uno de los comentaristas que parecía tener un panorama histórico “pre-conciliar” de la Argentina reducido a una fantasía irreal rayana en la utopía, y en la que me explayé brevemente y en líneas generales, pues se pretende responder y brevemente corregir, este sujeto González elaboró un curioso análisis que expuso posteriormente en forma de artículo en el mismo sitio, algunas horas más tarde.

Articuló el mismo de forma que constaba de una sucesión de afirmaciones mías, debajo de las cuales el “Moderador”, tomándose su tiempo, creyó refutar cada una de ellas con la mayor amplitud y profundidad que su capacidad aparentemente pudo desarrollar, aunque demostrando escaso conocimiento en diversas áreas y siempre volviendo innecesariamente a un mismo punto que al parecer es el único que realmente domina (y que no viene directamente al caso). Claro, analizando a fondo un simple comentario, recreando situaciones o conjeturando hipótesis nunca concebidas en mi respuesta, González creyó que reafirmaba su poderío en su propio sitio, elevaba su status a Gran Maestre del “tradicionalismo”, y destruía finalmente a un comentarista molesto que más de una vez lo había dejado en una postura incómoda frente a sus adictos (en aquellas ocasiones que publicaba mis respuestas, claro).

El artículo en cuestión recibió el pésimo título “Interesantes objeciones al tradicionalismo” (sic) y disponía sus comentarios en la forma anteriormente señalada. No supe, en un principio, si sentirme halagado por haber sido incluido como autor en una lista de artículos que sorprendentemente son leídos por varios personajes del ambiente auto-denominado “tradi” en la jerga local y otros tantos ya descritos anteriormente.
De todas maneras, pese a las críticas mal desarrolladas en las que se apoyaron muchos comentaristas, reafirmando la posición de González en la crítica realizada a mis supuestas “objeciones”, ensayé una respuesta. Esta vez fue extensa, tomándome el tiempo para consultar detalles y citar personajes de la Historia de la Iglesia -tal como exige la poco respetada rúbrica de apologética implícita en la web y que es particularmente ejercitada por los grandes teólogos que visitan el sitio en cuestión- y para que quedaran en claro mis declaraciones vagamente presentadas en la respuesta convertida en artículo.

Por supuesto que olvidé un detalle: la última palabra la tiene el sacrosanto “Moderador”. En realidad no lo olvidé y por eso fui bien cuidadoso en mis palabras, en mis expresiones y en mis convicciones (que no son otras que las de la Doctrina de la Iglesia). Nada que pudiera implicitar la escasa capacidad de reacción o dde análisis del “Moderados” o el visible fundamentalismo fanático presente entre sus adictos, efecto evidente de la folletería galicana de la calle Venezuela (y sus sucursales varias). Nada de eso.
Sin embargo por una razón u otra, González decidió que la cosa no iba. ¿Se le habría ido de las manos el asunto? Yo, personalmente creo que se le han ido varias veces las cosas de la mano (y no me refiero precisamente a los artículos copy-paste que publica), cuyo punto máximo fue sin dudas el caso “S”, constituyendo de por sí un acto de profunda bajeza. Este punto lo menciono para contextualizar el panorama en que se sucedieron los hechos. Éste es el “Moderador”, que arbitrariamente (aún en su derecho) decide “qué va y qué no”.

A decir verdad, hubo varios roces anteriores entre González y yo, al punto que decidió no publicar ninguna respuesta mía hasta que me disculpara por una aparente insolencia hacia un “protegido” suyo. Eso, supuso el “Moderador”, sería mi fin; porque claro, la gran mayoría de los “tradis” que circulan por el sitio y por muchos otros de la misma calaña tienen el orgullo y la soberbia bien caladas. Disculparse es un acto inadmisible para ellos. Así que González, muy sorprendido, recibió mis disculpas (sentidas), las cuales, obviamente, fueron expuestas al público general, creyendo nuevamente asentar su poderío arbitrario. Y de nuevo se equivocó aquella vez.

En fin, puede que este mensaje que le llegue a González o que no.
Lo que pretendo es demostrar con cuanta poca honestidad y honor se manejan determinados personajes de este paisaje, que a la larga dañan su propio “prestigio” (que generalmente no se lo labran ellos sino que se lo otorgan aquellos que visitan sus sitios web). Si se realiza un análisis crítico de alguna afirmación, juicio, etc., entre caballeros se estila el uso del derecho a réplica, tanto para indicar la conformidad o no respecto de la crítica como para rebatir las mismas.

Es un derecho, una concesión entre caballeros para afirmar ambas posiciones, mientras se dé en un marco de respeto, claro (no ha de ser necesariamente tolerante o conciliatorio).
Así que si Ud., González, que hace alarde de “tradicionalismo” y de las antiguas virtudes supuestamente opacadas o destruidas en el “post-concilio”, aún retiene algo de espíritu de caballero, publique mi réplica.

Jerónimo Vincent.

5 comentarios:

  1. Fraternidad de San Pio X= soberbia.

    Gran artículo

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  2. Se llama Fraternidad Sacerdotal San Pío X, no sea ignorante y corrija.

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  3. Siempre con esa caridad que caracteriza a los que están dentro pero que admiran más a los que están afuera, ¿no?

    Gracias a Pepe y saludos al acólito gordo y suplente (ya le va a tocar a Ud. alguna vez, no se impaciente).

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  4. Saludos cordiales amable Jerónimo Vicent.

    Creo que el que ha faltado a la caridad y no se ha corregido es Pepe y su comentario. Me pareció bien realizar la aclaración, para que al menos, antes de descalificar, sepa escribir el nombre de la FSSPX.

    Lamentablemente no tengo forma de seguir este cuadro de diálogo, así que me despido, para no tener que andar rastreando en el historial.

    En el Miércoles Santo de la Pasión del Señor,

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  5. Saludos cordiales a Ud. también.

    Lo más probable es que Pepe no haya vuelto a revisar este artículo (lo comentó horas después de publicado), que es lo más lógico.
    Y dado que a pesar de estar mal redactado el nombre de la FSSPX (ó HSSPX para los más exquisitos), se entiende perfectamente el concepto, creí poco práctico hacer la corrección (más aún considerando el caso de que no volviera aquí, cosa que evidentemente sucedió).
    De todos modos decir que la FSSPX es soberbia me parece bastante absoluto -por tanto algo inapropiado. Y quien conoce a M. González -al menos por sus artículos en la web- sabe que no es un filo-lefebvrista de pura cepa; por lo tanto asociarlo íntimamente a la FSSPX me parece poco prudente.
    + Saludos en este Miércoles Santo +

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